Una de las principales interrogantes de los gremios es cómo generar participación activa y sentido de pertenencia entre sus socios. De hecho, esa es en buena parte la razón de ser de estas organizaciones. La crisis económica y la incertidumbre político-social, además de la pandemia, han hecho que este desafío sea aún más urgente, puesto que los empresarios, sin distinción de tamaño y sector, necesitan más que nunca, de una instancia que les permita levantar cabeza de manera colectiva.
La primera tentación suele ser poner a disposición de los socios empresarios, una gran cantidad de actividades, desde exposiciones de expertos y futurólogos hasta un amplio abanico de cursos y talleres. Sin embargo, estas actividades suelen difuminarse entre la abrumadora oferta temática que nos permite la virtualidad, y al mismo tiempo, tampoco generan las condiciones necesarias para desarrollar un sentido de pertenencia.
La clave para abordar esto, es entender que el ser humano tiene una naturaleza social que deriva en una inclinación natural a vincularse con otros. Y esta sociabilidad es intrínseca, como lo es el ladrido en un perro. Nos relacionamos con otros porque somos humanos, no por un objetivo intencionadamente determinado.
Sin embargo, y aquí está el desafío de los gremios y de las grandes organizaciones en general, la pertenencia se da en relaciones personales concretas, y no en relaciones abstractas. Vale decir, la pertenencia social se da en espacios pequeños. Yo no voy a sentirme parte de mi colegio si no me siento parte de mi curso. Y probablemente, no me sentiré parte del curso sin antes tener un grupo de amigos dentro de ese curso.
Lo principal es reconocer esa intermediación, reconocer que la pertenencia a la sociedades mayores ocurre mediada por la pertenencia a sociedades menores. Si no te sientes incluido en los niveles de relación más personales e inmediatos, no te vas a sentir incluido en los más grandes.
Es por esto que, participar de charlas masivas (por muy interesantes que sean), recibir beneficios, apoyar una causa, participar de rondas de negocio y mesas temáticas e incluso, sufragar en elecciones, no logran, necesariamente, un sentido de pertenencia entre el socio atomizado y la gran y abstracta organización llamada gremio. El socio necesita participar de una comunidad de base que sea concreta y que tenga una personalidad propia.
Ahora bien, ¿cómo generamos estas comunidades al interior del gremio? o más bien, ¿cómo logramos que el gremio se transforme en una comunidad de comunidades?
Esto lo hemos venido trabajando como Fundación Emprender en distintos gremios desde hace doce años, donde hemos logrado activar comunidades que se han acompañado por años en sus desafíos y que han alimentado la base de sus respectivos gremios.
Como aprendizaje, podemos concluir que estas comunidades deben contemplar los siguientes principios:
- Unidad de fines: Deben obedecer a un fin común que inste al grupo a actuar como cuerpo. El caso que conocemos todos, es el de la familia en cuanto comunidad, que si bien no tiene un fin declarado, debe ponerse de acuerdo en temas tan cotidianos como “qué vamos a comer en la noche”. En nuestra experiencia gremial, opera el mismo principio y la unidad de fin que hemos implementado es: el grupo es responsable de darle apoyo empresarial a cada uno de sus miembros.
- Acción: Si un grupo no tiene nada que hacer, se diluye. Los grupos tienen que hacer cosas, y esas cosas deben ser parte integral de lo que hace la comunidad mayor (el gremio).
- Periodicidad: Las comunidades de base deben actuar en la cotidianeidad, dejando los eventos masivos para las situaciones extraordinarias.
- Reciprocidad: Se debe generar un vínculo de co-responsabilidad entre los miembros de la comunidad. Mi presencia es un aporte al grupo y el grupo es un aporte a mi persona. Para esto, la generación de espacios de confianza y la colaboración activa, son cruciales.
La implementación de un sistema gremial que opere en virtud de comunidades vivas, no es una herramienta o iniciativa que se implemente una sola vez, sino que es una forma completamente distinta de operar que se debe instalar en todas las actividades que se realicen, y que deben estar en el centro de la actividad gremial. Solo así, se le podrá entregar un valor irremplazable al socio.